jueves, 12 de noviembre de 2009

De las tragedias humanas

Josefa siempre tenía un trozo de papel arrugado entre sus manos, y siempre lágrimas en sus ojos legañosos y marrones que nunca llegaban a sus pómulos. Ella tenía la habilidad de pararlas. La pregunté que si había ido al médico a que la recetase algo.
Ella me dijo que no estaba enferma, sólo la extraña costumbre de tener goteras en el alma.
Tal cual.

1 comentario:

La Auténtica Sopa dijo...

Impresionante.
Gran señora.