martes, 27 de noviembre de 2007

Por la memoria

Desde pequeña, casi recién nacida veraneaba allí. Antes incluso pasaba las navidades, algún puente que otro. Ahora cada vez los meses se hacían más estrechos, pero agosto y Semana Santa siempre acariciaban su cara con el aire del cerro.
Desde pequeña, cuando no había piscina, cuando no había nada que hacer se perdía con su prima por aquellas calles, a sabiendas de que las conocían como la palma de su mano. Pequeña como ella.
Pero esta Semana Santa anterior fue distinta, la gente fue más tarde o tal vez ella demasiado pronto. Así que mataba el tiempo dándose una vuelta cada tarde, quedándose parada donde nadie la percibiese. Y observaba.

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En su casa nunca se hablaba de la guerra. Ella había aprendido a callarse en la hora de la cena, más en presencia de su abuela que era, por otra parte quien más ganas tenía de hablar (de todo).
En su casa nunca se hablaba de la guerra. Porque unos vencieron y otros perdieron. Y su abuela se enorgullecía de haber ganado:
- Aquí no se mató a nadie, decía, aquí mi padre dijo que no se mataba a nadie. Y solo llegaron los de La Coronada y mataron a un Guardia Civil. Aquí se vivió mal, porque había hambre, pero como en todos lados. Pero no se mató a nadie.
Y su otro abuelo, que toda su vida trabajó para el resto, su otro abuelo que se fue de voluntario con las juventudes comunistas a Azuaga a sus 16 años, nunca habló de la guerra. Y por eso yo me enteré tras morir él.
Hay gente que nace entre trapos de seda, y gente que nace para ser trapo.
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Y pasaba ella deteniéndose en la Cárcel vieja, donde sabía que sus abuelos y tíos mayores habían estado. Y miraba para ver si se quedó encerrada la memoria entre los muros de esas paredes, para ver si desde lo alto de la Torre se podía oír un eco pidiendo libertad. Y no oía nada. Tremenda pena.
Entonces ella volvía para casa, pensando que igual no pasó nada. Que la gente había olvidado. Pero ahí estaban los muertos, aunque no se hubiese matado a nadie en el pueblo. Ahí estaban los muertos de hambre, los que tenían caleras y los que no, los jornaleros, y los que como su bisabuelo se ahorcaron porque no tenían nada que dar a sus hijos. Y por eso ella quería recordar.


.... Venceremos amor, te lo juro....

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